martes, 29 de abril de 2008

Nómada



El viaje que nunca se acaba, la música girando a través del mundo, como un satélite sin rumbo fijo. Esa es quizá la vocación del músico, su naturaleza y también su maldición. Ya no sólo el viaje físico, de ciudad en ciudad, sino el espiritual ("que el pensamiento es estar siempre de paso", en palabras de Aute). Sacarle a la realidad el jugo, exprimirle todas y cada una de sus palabras, viajar al centro de los sentimientos y no desfallecer en el intento.

El camino del que canta nunca tiene fin, siempre a la búsqueda interminable de la metáfora acertada, de la noche que no acaba, de la melodía sinuosa.

Su deber es no conformarse, saber que la verdad es relativa, que sólo el amor libera, y que la naturaleza del nómada le impide conformarse con lo mediocre. Aspirar a la belleza, al delirio del acorde preciso y de la voz que se cuela en cada rendija del alma.

Todo este puñado de certezas caben en una canción, y Kino las hace suyas mezclando sutilmente su pasado rockero con su presente pausado y reflexivo, sin renunciar a la mística de la paz y el amor sobre todas las cosas, recogiendo ecos del folk con una instrumentación clara, precisa y contundente cuando es necesario. Una banda sonora apropiada para seguir haciendo camino.