domingo, 21 de febrero de 2010

A vueltas con la escritura

Escribir como necesidad, escribir como terapia, escribir como ejercicio de narcisismo, como espejo en el que verse reflejado, para compartir, para ganarse unas perras (el que puede), para deshacerse de demonios interiores que de otro modo no se pueden expulsar del todo... Mil razones, mil maneras de enfrentarse al acto creativo. Y siempre, o casi siempre, planteándose el por qué de las cosas. ¿Escribo para que me lean/oigan? ¿Busco el reconocimiento? La escritura (sobre todo de canciones) para mí tiene dos partes bien diferenciadas: por un lado ese momento íntimo, de la creación pura y dura, el alumbramiento. Enfrentarse al folio en blanco y salir airoso del lance. Recoger las palabras con cuidado, acomodarlas y hacerlas tuyas. Por otro lado el momento de compartirlas, dejar que sigan su curso, que fluyan y pasen a formar parte de la vida de otras personas. Qué sentimiento más intenso es ver que esta vía de comunicación se abre, que realmente todos formamos parte de algo más grande, de otro universo que sólo se nos abre y se nos muestra a través del hecho creativo.
Claro está que existen otros, que pervierten todo lo que de puro, común y trascendente hay en el arte, y hacen de ello vehículo de su egoísmo. Pero en el fondo sabemos que ellos viven ajenos a la verdadera naturaleza del acto creativo como espacio de comunidad, y eso es lo que nos hace únicos.