lunes, 10 de noviembre de 2008

Rayuela a cuatro manos


Leer sabiendo que estás allí, a nosecuántos kilómetros de distancia, viendo con otros ojos el mismo papel, abriendo esa caja de sorpresas que alguien dejó para nosotros tiene algo de emoción e incertidumbre. ¿Estaremos los dos a la vez encerrados en la misma página asombrados con igual ingenuidad? Sería como jugar a encontrarnos con los ojos vendados en medio de la gran ciudad. También me asalta la duda de saber si estaremos viviendo la misma historia, si la imaginación que tanto nos ha unido habrá interpretado de igual modo para ambos los códigos impresos más allá de las palabras.
Así que me adentro cada día entre capítulos y notas a pie de página con la esperanza de que, al volver la siguiente hoja, escondida detrás de cualquier esquina, sentada en el sofá de alguna habitación alquilada o en el banco de algún parque estés tú también, con un libro entre las manos y el corazón en los ojos, y ya no sean París, ni Oliveira, ni la Maga, sino tú y yo, aquí y ahora.