domingo, 22 de junio de 2008

Hay que dar de comer alas al poeta,
dejar que engulla misterios,
llenar su copa hasta el borde,
hasta que rebose
y sus párpados se confundan con el infinito,
mojar sus labios en el llanto futil de la derrota.

Hay que sacarlo de noche a pasear,
a conversar con las farolas
y dejarle alumbrar por la tenue luz de una espalda desnuda.

Llévenlo a desayunar a las iglesias
para que aprenda de Dios a ser
palabra y carne.
Déjenle vestirse con el grito fugaz de la alegría,
permitan que se calce los zapatos del labriego,
para que aprenda los ciclos ocultos de las cosas.

Háganle repudiar las baldosas
y absténganse de darle a leer la sección de Economía del periódico,
rescátenlo de las vacías aulas universitarias
y hagan el favor de devolverlo al parvulario


y sobre todo,

ámenlo,


ámenlo sin pudor y sin recato.

1 comentario:

TSA G. dijo...

Muy bonito Lobo!.
Un beso:Teresa